El lóbulo prefrontal es la parte del cerebro humano que nos distingue como especie. Su papel es fundamental, ya que permite que las personas puedan desarrollar las denominadas funciones ejecutivas, que son una serie de habilidades cognitivas que posibilitan la toma de decisiones complejas de una forma racional.
¿Para qué sirven las funciones ejecutivas?
Estas funciones, que como veremos son variadas, se interrelacionan con el objetivo de llevar a cabo acciones concretas y poder alcanzar, de este modo, determinados objetivos personales. Los investigadores han demostrado que se trata de unas habilidades que contribuyen decisivamente al éxito académico y vital.
Por consiguiente, las funciones ejecutivas han sido definidas como “el cerebro del cerebro”. Al fin y al cabo, facilitan la consecución de metas a través de la fijación de propósitos, la planificación y el desarrollo de acciones, el autocontrol ante reacciones instintivas, la selección y supervisión de conductas, la capacidad de atención, el aprendizaje a partir de los errores cometidos, el análisis de escenarios potenciales o el control del tiempo, entre otros.
Tal y como explica el neurocientífico y colaborador de Integratek, Jesús C. Guillén, los estudiosos han destacado, de todo este conjunto llamado funciones ejecutivas, tres habilidades básicas, que son la inhibición, la memoria y la flexibilidad cognitiva.
¿Cómo pueden trabajarse las funciones ejecutivas?
Las funciones ejecutivas se pueden trabajar de una forma pedagógica, y aunque se pueden perfeccionar a cualquier edad, es muy importante que se potencien desde el periodo de educación infantil.
En primer lugar, por ejemplo, se puede mejorar la memoria con ejercicios asociados con la literatura y la comunicación: leer y relatar historias conlleva la necesidad de recordar, entre otros, los elementos más importantes de una trama, o el nombre y el perfil de los distintos personajes.
También la música, a través de la escucha de canciones, y la realización de puzles y juegos de parejas, contribuyen a ejercitar la memoria. En el caso de la inhibición, se pueden llevar a cabo actividades de todo tipo que obliguen a mantener la atención focalizada durante un periodo de tiempo prolongado.
Y, por último, las actividades que implican cambios de roles, un trabajo de empatía y una resolución creativa de los problemas pueden contribuir a la flexibilidad cognitiva.
El juego es, sin duda, una de las herramientas más eficaces para fomentar todas las funciones ejecutivas, ya que posibilita el aprendizaje de una manera indirecta, es decir, sin que los implicados se den cuenta.
Entre los progresos que favorece un buen desarrollo de las funciones ejecutivas desde edades tempranas, destaca, sin duda, la comprensión lectora. El control inhibitorio, estrechamente vinculado a la concentración, la memoria, que permite ir integrando información, y la flexibilidad, que facilita la comprensión del punto de vista, son básicos para poder entender cualquier texto complejo.
Aunque la zona anterior del lóbulo frontal sea la que está mejor conectada de todo el cerebro, cabe considerar que es también la que se puede debilitar con mayor facilidad.
Factores como la situación anímica de la persona, e incluso su estado físico de salud, afectan a su actividad. Los estudiosos también han relacionado los déficits en las funciones ejecutivas con las alteraciones del TDAH.
En definitiva, ocuparse de las funciones ejecutivas puede tener resultados beneficiosos para la salud y el rendimiento de las personas.