¡Hola!

Me llamo Helena Archilla y soy médico especialista en cirugía general y digestiva. Tengo dos hijos, de 4 y 2 años: Luis y Noah.

Llevamos menos de un año en el colegio Arcadia y a pesar del poco tiempo han conseguido hacernos sentir parte de este maravilloso proyecto y que los padres y madres nos sintamos integrados en la educación de nuestros hijos, algo imprescindible para poder colaborar desde casa e ir por un camino paralelo.

Me centraré en lo referido a mi hijo Luis, que es el que ya está sumergido en “El universo de las palabras” ya que Noah aún está en educación infantil.

Por la personalidad que tiene Luis, es un niño muy cariñoso, extrovertido y muy curioso, creo que este centro está hecho a su medida. Enseñan a los niños y niñas a ilusionarse, a hacerse preguntas y a que ellos mismos se las respondan.

Como me dijo él mismo un día: “mamá es que en el cole me hacen pensar, me hacen tener ideas…” Y eso viniendo de un niño de menos de cuatro años que tenía entonces, resume en pocas palabras la grandiosidad de este proyecto. Ellos buscan qué palabras quieren aprender, te escuchan con los cinco sentidos mientras se las explicas, las asimilan y al día siguiente les cuentan a sus compañeros y compañeras, con sus palabras y los detalles que ellos consideran importantes.

Es tranquilizador para una madre ver cómo tu hijo se despide de ti al pie de esas escaleras por las mañanas con una sonrisa y cómo te recibe con una sonrisa aún más grande cuando le recoges, mientras no para de cotorrear, con una emoción digna de su edad, las increíbles historias y vivencias que le han sucedido durante el día.

Y es que cada día en este colegio es una aventura, cada semana realizan nuevas actividades que hacen que los niños y niñas abran más su mente y su corazón: planta ajos, suben a una autocaravana, conocen árbitros de fútbol,… y así es imposible que un niño no aprenda, cuando las cosas se hacen con entusiasmo y disfrutándolas es cuando de verdad permanecen en nuestra memoria.

Yo crecí con un modelo de aprendizaje basado en un método convencional, donde la cultura del estudio en un escritorio y la memorización sin criterio se consideraban los pilares de la educación.

En perspectiva, no creo que este tipo de educación de memorizar como “un loro” sea verdaderamente útil en este tiempo, y menos a estas edades, cuando los niños y niñas deben desarrollar cada uno de sus talentos y virtudes, no reducirse a un producto de una cadena de montaje, donde si alguno no encaja o no desarrolla sus potenciales al máximo es desechado. Mi hijo no es un robot, es un niño que se pregunta y que le gusta aprender siendo feliz.

Como dije al principio algo bueno del colegio, además de hacer mentes pensantes y no robots, es que nos deja participar en él, desde que me enteré, le comenté a Esther (la profesora de Luis) mis ganas de participar en su proyecto (a pesar de mi poco tiempo libre), todo lo que fuera poder colaborar en la educación de mi hijo y de sus compañeros merece todo mi dedicación.

Buscamos la forma de integrar la medicina en el universo de las palabras:

– “en el segundo trimestre trabajaremos la letra A”, me dijo Esther.

Dándole vueltas y vueltas, la encontré: “Ambulatorio”. Ésta seria nuestra palabra clave para llevar la medicina a los niños.

Y así fue, mediante un Ambulatorio de Ositos hicimos que los 25 niños de la clase de 1º B de 2º ciclo de educación infantil perdieran un poco el miedo a las batas blancas y se familiarizaran con ese mundo, pudiendo así convertir su miedo en amor por nuestra profesión.

Ese día todos fueron doctores y enfermeros, ¡estaban emocionados! Sin protestar, se pusieron el atuendo digno de un gran profesional sanitario y comenzaron a estudiar y explorar a los pacientes, sus peluches. A nadie, sino a ellos, iban a tratar con más amor. Se lo pasaron bomba auscultando, haciendo radiografías, poniendo vías y sueros, colocando vendajes y suturando, hasta hubo dos cirugías por obstrucción, ya que dos ositos tragaron un chupachup y plastilina.

Todos los ositos salieron curados, y nuestros niños se dieron cuenta de que la única intención de esas personas con pijamas verdes o batas blancas es cuidarles y hacerles sentirse mejor y que, a veces, para eso hay que pasar un ratito malo.

El resultado es la convicción de que si sus ositos pudieron y se portaron como valientes, ellos también podrían. Creo que los niños y niñas disfrutaron de una gran experiencia y de dos horas de diversión, aprendido de forma muy práctica y nosotros, los 5 papas y mamás que colaboramos en el taller, disfrutamos y aprendimos aún más que ellos, y nos sentimos formar parte de este colegio que nos acogió con tanto cariño.

Nos gustaría poder llevar este taller de Hospital de Ositos por los colegios que quieran que los niños y niñas disfruten de esta experiencia.

Gracias por querer compartir nuestra experiencia.
Una mamá enamorada de este universo.

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