La vida se desarrolla entre dos coordenadas: espacio y tiempo. La vida de la escuela, también.
Cuando nos ocupamos de conocer y planificar con esmero estas dos dimensiones las propuestas de aprendizaje se dotan de contextos adecuados y se mejoran.
Aprendemos de todo lo que nos rodea; los estímulos no son neutros, son significativos, nos hablan, nos argumentan, nos enseñan; por esto es necesario cuidarlos, pensarlos, proponerlos y no dejarlos en manos de la costumbre o del azar.
La escuela y el aprendizaje son mucho más que el espacio del aula. Todo el contexto contribuye al desarrollo integral del alumnado y toda la comunidad importa. Los espacios y los tiempos definen y guían el aprendizaje. Espacios que potencian y guían lo individual y lo personal, el pensamiento reflexivo y espacios y tiempos que construyen lo social, el pensamiento colectivo.
Espacios y tiempos marcan la acción, y de este modo debe ser. Concretan los valores, los saberes y las actitudes con las que dirigimos el tránsito por la escuela. Por ello deben ser intencionalmente construidos y también transformados en función de las necesidades de cada escuela, cada grupo y cada momento.