La dislexia es una de las dificultades de aprendizaje más frecuentes en la infancia y la adolescencia. Afecta principalmente la lectura y la escritura, pero su impacto va mucho más allá del ámbito académico. Los alumnos con dislexia suelen enfrentarse a la frustración, al miedo al error y, en muchos casos, a una autoestima debilitada por experiencias repetidas de fracaso escolar.
Sin embargo, comprender cómo influye la dislexia en la confianza de los estudiantes nos permite transformar esta dificultad en una oportunidad educativa. La clave está en reconocer sus fortalezas, ofrecer los apoyos adecuados y crear entornos en los que todos los alumnos puedan sentirse capaces y valorados.
Dislexia y autoestima: una relación estrecha
Los estudiantes con dislexia a menudo experimentan una brecha entre su esfuerzo y sus resultados. Pueden dedicar mucho tiempo a estudiar o practicar lectura, pero seguir cometiendo errores o avanzando lentamente. Esta discrepancia puede generar sentimientos de inseguridad, ansiedad o frustración, especialmente cuando se comparan con sus compañeros.
Además, los comentarios negativos o las expectativas poco realistas pueden reforzar la idea de que “no son buenos en los estudios”. Con el tiempo, esto puede derivar en baja motivación, evitación de tareas lectoras y una pérdida progresiva de confianza.
Por eso, abordar la dislexia desde una mirada emocional y educativa es tan importante como trabajar los aspectos técnicos de la lectura y la escritura.
Fortalezas que debemos reconocer
La dislexia no define la inteligencia de un niño. De hecho, muchas personas con dislexia destacan en áreas donde se requiere pensamiento creativo, imaginación visual o resolución práctica de problemas.
En lugar de centrarnos únicamente en las dificultades, es fundamental visibilizar las capacidades que acompañan a este perfil cognitivo.
Entre las fortalezas más comunes se encuentran:
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Pensamiento visual y espacial desarrollado, ideal para el arte, la arquitectura o el diseño.
Por ejemplo, un alumno con dislexia puede tener dificultades para leer un texto extenso, pero ser capaz de representar con precisión una escena compleja o construir maquetas detalladas. Su manera de pensar en imágenes le permite encontrar soluciones visuales que otros pasan por alto.
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Capacidad de pensamiento global, que permite ver el conjunto antes que los detalles.
Mientras otros se centran en pasos concretos, muchos alumnos con dislexia comprenden rápidamente el propósito general de un proyecto o la relación entre distintas ideas. En una actividad de ciencias, por ejemplo, pueden identificar la idea central de un experimento aunque fallen al anotar los resultados con exactitud.
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Creatividad e intuición para encontrar soluciones no convencionales.
En tareas de escritura o expresión artística, suelen proponer enfoques originales, metáforas inesperadas o ideas innovadoras. Esta flexibilidad mental se traduce en una forma de pensar divergente, que enriquece el aprendizaje colectivo y favorece la innovación.
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Perseverancia y resiliencia, fruto de enfrentarse a retos desde edades tempranas.
Muchos estudiantes con dislexia aprenden a no rendirse ante la dificultad. Su esfuerzo constante desarrolla una gran capacidad de superación y una sensibilidad especial hacia los demás que también atraviesan dificultades.
Reconocer y dar visibilidad a estas fortalezas no solo mejora la autoestima, sino que también transforma la narrativa educativa: la dislexia no es un límite, sino una forma diferente de procesar la información y de mirar el mundo.
Cuando el aula se convierte en un espacio donde estas habilidades son valoradas, los alumnos con dislexia no solo aprenden mejor, sino que también enseñan a sus compañeros a apreciar la diversidad cognitiva.
Qué podemos hacer en el aula
El aula puede convertirse en un espacio donde los alumnos con dislexia recuperen la confianza y aprendan desde sus fortalezas. Algunas estrategias efectivas son:
- Dar valor al esfuerzo y no solo al resultado. Reconocer los progresos pequeños ayuda a mantener la motivación.
- Usar metodologías multisensoriales, combinando lectura, audio, imágenes y movimiento.
- Ofrecer tiempos flexibles en exámenes o tareas escritas, evitando penalizar la lentitud lectora.
- Incorporar tecnología de apoyo, como audiolibros, tipografías adaptadas o correctores ortográficos.
- Fomentar la cooperación en lugar de la comparación, favoreciendo el trabajo en equipo.
- Promover el feedback positivo y personalizado, centrado en las fortalezas y el progreso individual.
Estas prácticas no solo benefician a los alumnos con dislexia, sino que mejoran el clima emocional y la inclusión de todo el grupo.
Acompañamiento y confianza: claves para fortalecer la autoestima
El acompañamiento emocional es esencial. Un alumno con dislexia necesita saber que su valor no depende de sus notas, sino de su esfuerzo, creatividad y capacidad de superación.
La colaboración entre docentes y familias refuerza la confianza del niño y permite mantener una coherencia entre la escuela y el hogar. Compartir estrategias, celebrar los avances y evitar etiquetas negativas son pasos clave para fortalecer la autoestima y la motivación.
Comprender la dislexia desde la neuroeducación y la psicopedagogía nos recuerda que aprender no es solo leer o escribir, sino también creer en uno mismo.
Cuando ayudamos a los alumnos con dislexia a reconocer sus talentos y a sentirse competentes, les abrimos la puerta a una experiencia escolar más justa, humana y significativa.
La verdadera inclusión empieza cuando el aula se convierte en un lugar donde todas las formas de aprender son valoradas y donde la autoestima crece al mismo ritmo que el conocimiento.